Relato de un gran susto en mi nueva casa

On 13 de septiembre de 2017 by femeniname

¡Menudo susto he pasado!

Tengo cerca de 31 años y después de andar de casa en casa, de compartir piso, de volver a casa de mi madre, de vivir en Madrid o en Dublín, por fin he decidido comprar mi propia casa.

Ha sido una pesadilla, la verdad, porque no salían las cuentas por ningún lado con el suma y sigue: notario, inmobiliaria y mi querida hipoteca que esta sí será mi verdadera pareja para siempre.

Ya tengo las llaves de mi casa, al entrar he notado como si aún no fuera mía y me hubiesen entregado en brazos un bebé hambriento recién nacido que yo no he parido. Entro y miro con distancia la pintura de gotelé que está fatal. Las puertas son marrones, odio las puertas marrones, los zócalos no pegan con nada y la ducha está al revés.

No creas, no soy nada pija, me refiero, la decoración no es lo mío, no entiendo de colores, ni de lámparas ni de telas. Menos aún de mamparas de baño, de solados y alicatados. Pero no tuve más remedio que ponerme manos a la obra, nunca mejor dicho.

Lo primero es elegir quién va a cambiar esto sin gastarme casi nada. Todo el mundo me da consejos y coinciden que tengo que pedir 3 presupuestos, que es como rezar 3 aves marías para ganarte el cielo. Me han dado dos, ninguno me encaja con el dinero del que dispongo. El tercero es como un novio recién conocido, ha habido flechazo pero me paso el día viendo los emails a ver si por fin me ha contestado. Me ha dado confianza, le salen las cuentas y promete ajustarse a mis necesidades ¡qué más puedo pedir!

Pedir, se lo seguí pidiendo, pero pasó más un mes hasta que contestó. Nuestra comunicación ya ha pasado de emails, a whatsapp, a citas a su Empresa que está a 75 kilómetros de mi casa, perdón de mi vieja casa, la de mi madre.

Me ha enseñado papeles estampados, aluminios, maderas, me ha dado ideas para poder imaginar la casa al alcance de mi presupuesto. Aun así tardó más de un mes, se hizo mucho de rogar y cómo no, fue el elegido. El más difícil, como siempre.

Han empezado las obras con bocadillos en mi nevera, papeles en el suelo y olor a pintura. Nada está en su sitio. Las puertas tienen que venir más pronto, la pintura era para después, el papel antes o algo así. Estoy nerviosa porque parece que todo este follón no es para mí aunque todo me recuerda que es verdad.

En una de estas visitas de supervisión me da por abrir los armarios, no se me ocurrió hacerlo antes. Cuando veo que dentro de mi armario hay ¡dos pistolas!. Los obreros se habían ido ya, era bastante tarde porque estaba anocheciendo. Mil pensamientos se cruzan por mi cabeza, siento miedo y no sé qué pensar.

Cuando dejo de abrir los ojos como platos, ya empiezo a reaccionar un poco mejor. Se me ocurre hacer una foto de las dos pistolas por si se necesita en el interrogatorio cuando sea el juicio. Por supuesto no las toco, pues pueden aparecer mis huellas, viéndome implicada en algo muy gordo. Quizá los obreros sean una tapadera y utilizan la pintura para llevar una red de narcotráfico muy bien organizada. Me voy corriendo de mi casa, a ver si los bocadillos que tienen en la nevera son para cenar y vuelven.

Cuando entro en casa de mi madre se me sale el corazón pero no les cuento nada no les vaya a disgustar. Estoy contenta de no haber tocado nada de la escena del crimen, haber hecho una foto de las pruebas aunque igual no hubiera sobrado llamar a la poli.

Sigo un rato tumbada en la cama pensando cómo manejar esta situación tan complicada. Ya muy tarde se me ocurre escribir un wathsapp al contratista. Le escribo algo así, muy directo y sin rodeos:

Hola Juan!! Me he pasado por mi casa y he visto que tus obreros guardan 2 pistolas en mi armario, No me quiero ver implicada en nada raro. Dime algo lo antes posible por favor.

 

Pasa una hora y no contesta. No me puedo dormir pensando en el lío que me he metido porque igual hay escondidas más pistolas en la cocina, en el trastero o quién sabe dónde. Igual hay drogas y ahora están vendiéndola en mi casa con horario de 12:00 de la noche a 06:00 de la madrugada. Ahora me explico lo despacio que van con la reforma.

 

 

 

Por fin concilio el sueño y a eso de las 08:00 de la mañana entra un whatsApp:

Paula

No me creo lo que cuentas

mi cuadrilla es de total confianza

Llevo cn ellos + de 10 años y nunca me ha pasado nada de este tipo.

Pongo la mano en el fuego por ellos

d todas formas les llamo ahora mismo y te digo algo.

Oigo sonar una llamada mientras conduzco y a continuación la entrada de mensajes. Estoy tentada de pararme en el arcén de la autovía pero bastantes peligros tengo ya encima.

Cuando llego a la ciudad donde trabajo me paro enseguida, busco muy nerviosa el móvil en el bolso, pero agarro primero los pañuelos, el espejo, la cartera. No se cómo puedo llevar tantas cosas en el bolso. Por fin sale el móvil  con estos 7 mensajes nuevos que a continuación os escribo:

Paula

Han mirado mis obreros en el armario

Las pistolas son dos de juguete

No son de verdad

Y no son suyas

Puede que ya estuvieran allí

Llámame y te explico

 

No salgo de mi asombro. Otra vez pensando todo junto a la vez, pistolas, de juguete, no son suyas…. La bombilla se me ha iluminado cuando me ha dicho que puede que ya estuvieran allí, por lo que decido pasarle un mensaje a los antiguos propietarios de la casa. A media mañana recibo este mensaje:

Hola Paula

¿Qué tal estás?

Sí, las pistolas son de mi hijo

Creímos que las habíamos perdido

Son dos trabucos de un disfraz de pirata

Si no te importa guárdanos las pistolas y vamos a por ellas cuando puedas

 

 

 

 

Me entra la risa floja. Una vez más las cosas, a veces, no son lo que parecen.

 

 

Deja tu comentario